En aquella calle, rodeado de gente, quedó el carrito roto, había caído de la mano del niño que lloraba con los brazos abiertos y al final fueron cerrados por quien resultó ganador en la disputa.
Mientras se alejaban, el niño miraba hacia atrás con la mirada desamparada de quien pierde algo que jamás llegará a recuperar. Sus ojos poco a poco veían menos el carro, poco a poco perdieron el brillo y un 19 de marzo dejaron de mirar.
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